JAIME SABINES
Jaime Sabines es el caso único, que no existió antes y
difícilmente se repetirá, del poeta leído y querido no por el público, que no
existe, sino por cada persona que lo lee. Al mismo tiempo representa el ejemplo
excepcional del poeta aceptado, alabado, analizado una y otra vez por la
crítica y la academia.
Otros poetas mexicanos, grandes artífices de la
versificación, lograron el triunfo sólo concedido a los novelistas y lo pagaron
con el precio de ser expulsados de la república literaria. Sabines no a medida
que tiene más lectores aumentan los estudios críticos, las traducciones, los
reconocimientos. Para este enigma hay una sola respuesta Sabines es un gran
poeta. Él no se ha impuesto, la que nos ha ganado es su poesía.
Si en 1950 un joven hubiera pedido consejos para
"triunfar" en las letras, de seguro le hubiesen dicho no publiques en
tu ciudad; si un libro de Monterrey no llega a Guadalajara, imagínate las
posibilidades que tiene de ser leído en la capital un cuaderno impreso en
Tuxtla Gutiérrez, y para colmo de males en edición del autor. No te juntes con
grupos disidentes y vociferantes como los muchachos de la revista Metáfora
tampoco frecuentes a personas como Efraín Huerta y Rubén Salazar Mallén que un
día se hallaron entre los elegidos pero ahora están mal considerados. No hagas
declaraciones contra los señores del gran poder literario. Escribe reseñas elogiosas
de quienes pueden abrir para ti las casas editoras y darte premios y becas.
Consíguete un buen trabajo en la burocracia o, mejor aun, en la diplomacia. Y
sobre todo, déjate ver, déjate ver, haz vida literaria, muéstrate en todas
partes y habla, habla, habla.
Sabines no pidió consejo alguno e hizo exactamente lo
contrario de lo que le hubieran indicado. Muchos otros lo imitaron pero sólo él
escribió una poesía tan extraordinaria que su autor no necesitó mover un dedo
para que le llegaran las peticiones de colaboración en las revistas
inaccesibles, la publicación en las mejores series, los elogios unánimes, los
comentarios más fervorosos, las entrevistas, los premios. El increíble
reconocimiento de Sabines muestra que la leyenda negra de la "mafia"
de los sesenta no puede aceptarse al pie de la letra. Debe de haber cometido
muchos errores y arbitrariedades pero a Sabines le dio cuanto merecía le hizo
justicia.
Nada regresa, nada se repite, cada día inaugura un
mundo nuevo. No duplicará el triunfo de Sabines quien, a fin de escribir poemas
tan excelentes como los suyos, abra una tienda de ropa, venda forraje para los
establos del valle de México o sea diputado del PRI. La vida por sí sola no
conduce a la obra y los imitadores producirían una tristeza tan grande como los
norteamericanos de barba blanca que en España iban a las corridas con su
máquina de escribir portátil para ser hemingways; o bien los aspirantes de
nuestros países que se instalaban en los mismos hoteles pobres del Barrio
Latino en su intento de convertirse en los nuevos gabos y marios y escribir la
Gran Novela Hispanoamericana.
El secreto de Sabines no es un misterio. En primer
lugar es un maestro de su arte. En segundo (pero ante todo) "dijo nuestra
palabra, anduvo nuestro camino" dio expresión a lo que sentimos y no
alcanzamos a formular en palabras. Todos sufrimos del amor y del desamor, a
todos se nos mueren las personas que amamos. Nada más Sabines no has dicho al
oído lo que necesitábamos escuchar en el momento preciso.
"La poesía no importa", escribió Elliot que
sin embargo le consagró su vida entera. "La poesía sí importa",
responden quienes leen a Sabines A tal punto, que es el medio más íntimo de
comunicación entre dos seres. Nunca nadie podrá decirnos, frente a frente lo
que sólo un poema puede insinuarnos, señalarnos, mostrarnos. Y los poemas de
Sabines han sido todo para todos lazo de unión para los amantes, aliento para
los solitarios, consuelo para los huérfanos, elogio del placer, pedrada contra
el sufrimiento. El valor, el coraje, el machismo de Sabines no fue tanto
escribir en los hipócritas cincuenta la palabra puta como otra palabra aun más
prohibida corazón.
Es probable que la poesía no se venda, al menos no
como los manuales de automejoramiento, las biografías de escándalo o las
novelas populares. Sabines demuestra que sí se lee y circula por caminos
misteriosos más allá de las redes del comercio. He visto gente que tal vez
nunca ha comprado un libro suyo pero se sabe de memoria un poema o lo trae en
fotocopia o en fax o, mejor todavía, en una hoja manuscrita con su propia
letra. Es su poema, se ha adueñado de él, ya no es de Sabines sino de todos.
Días lentísimos, años veloces. De pronto nos damos
cuenta de que un libro tan joven como Horal, ya va a cumplir 45 años. 1950 no
es nada más el pasado es otro mundo ahora irreconocible. Todo se fue, todo se
acabó. Pero la poesía de Sabines permanece y se renueva con cada mujer y cada
hombre que lee por vez primera sus páginas.
Durante un largo trecho de este siglo que agoniza he
leído a Sabines y lo sigo leyendo con la misma avidez deslumbrada con que lo
descubrí a los diecisiete años. Mi relación con él es perfecta porque
representa el vínculo ideal que une al lector, uno entre tantos, con el autor
irrepetible.
Esta proximidad distante se halla dichosamente libre
de todas las corrupciones literarias. Desde que reseñé Diario semanario en 1961
y en México en la Cultura he escrito sobre él para que otros compartan mi
entusiasmo. No he esperado ni pedido nada a cambio, ni siquiera que lea esas
páginas fugaces. (Después de todo, no son para él soy un lector y creo en los
lectores.) En realidad lo he visto sólo dos veces una en aquel mismo 61, en un
programa que le hicimos para Radio Universidad Rosario Castellanos, Juan
Vicente Melo y yo; otra, dieciocho años después, en 1979, cuando coincidimos en
Madrid y en un modestísimo hotel, más bien una pensión, de la Gran Vía.
Como todo lector soy abusivo y me arrogo derechos que
no me corresponden. Siempre quise saber acerca de él, como si no bastara con su
admirable poesía, y celebro que a Julio Derbez se le haya ocurrido poner en
manos de Carla Zarebska la invención de este libro en que nos enteramos de Algo
sobre su vida.
Carla Zarebska ha hecho una obra en la que cabe todo
como en una novela o un poema. Es un descenso a la memoria, un fluir de
recuerdos, una invasión de la intimidad, un álbum de fotos, la apertura de un
archivo lleno de cartas, recortes, recados, dedicatorias. Es un collage en que
las imágenes y los fragmentos autobiográficos coexisten con las ideas poéticas
de Sabines, su autocrítica, sus observaciones sobre nuestro mundo siniestro y
radiante.
En el centro de todo están, como deben estar, sus
poemas. Entramos a saco en la casa y en los recuerdos del señor don Jaime Sabines
Gutiérrez porque él tiene la culpa de ser "Jaime Sabines" y haber
escrito el siempre nuevo recuento de poemas.
Perdone usted, señor Sabines; discúlpanos, Jaime, pero
este libro no es para usted, no es para ti. Es un regalo para tus lectores que
lo vamos a atesorar junto a lo más tuyo, al lado de tu poesía. Tú nos enseñaste
a "llorar la hermosa vida". Tenemos el descaro de saquearte porque
hemos pasado unas cuantas horas o casi medio siglo con tus poemas contigo.
Todo se ha dispersado en el viento pero antes de
quemarse ardió y arder es lo que importa. Gracias, Jaime Sabines, por habernos
enseñado para qué sirve la poesía. Tú lo has dicho para sacar la flor de las
cenizas.
POEMAS